Hoy me desperté y juro por todo lo que no me queda que habría preferido no hacerlo. Porque abrir los ojos fue volver a recordar que ella ya no está… que nunca estuvo, tal vez. O sí… pero no conmigo, no como yo lo estuve con ella.

Estoy en un cuarto blanco, frío… olor a formol y muerte estancada. No sé si es una morgue, un hospital, o solo mi propia mente jugando a que aún respiro.

Porque hace mucho dejé de vivir. Justo el día en que ella me dijo: “No te amo, y ni siquiera te necesito.”

Y no sabes cuánto duele ser innecesario para quien era tu todo. Para quien lo diste todo. Para quien aún darías hasta lo poco que te dejaron el abandono y el desprecio.

Volví, una y otra vez. Como un perro mutilado que no aprendió a no buscar la caricia aunque viniera con patadas.

Yo mismo firmé mi sentencia. Yo mismo me lancé al abismo. Y no por ciego, sino porque sabía que amarla me mataría pero no amarla… me destruiría más lento.

Me quitó la risa. Los sueños. La dignidad. Hasta la voz que usaba para escribirle. Todo lo que ahora soy… es lo que ella dejó.

Soy un pedazo de sombra con un alma hecha polvo, gritando desde una garganta invisible que solo la muerte ha sabido escuchar.

Y esta noche, ella vino otra vez. La Muerte.

Se sentó a mi lado, me abrazó por la espalda y me susurró, con esa voz que no asusta, sino consuela:

“Descansa… amor mío… ya no tienes que fingir que puedes solo. Déjalo todo. Ya nadie espera que sobrevivas.”

Y lloré. Lloré con los ojos secos, con la piel, con los huesos, con cada verso que escribí con sangre.

Este… es mi final.

No hay más capítulos. No hay redención. No hay regreso.

Solo un diario manchado, una historia que nadie quiso leer, y un último suspiro que se apagará entre los labios de la Muerte mientras ella me dice, por fin:

“Ahora eres mío. Ahora sí… te amo.

…Y mientras la Muerte me tomaba entre sus brazos, justo cuando creí que al fin encontraría paz, vi su rostro… tenía sus ojos.

Y entonces entendí: ella fue la muerte desde el principio. La misma que besé, la misma que amé, la misma que me prometió el cielo y me dejó viviendo en el infierno.